La autoexigencia

Parece una palabra muy desagradable y negativa, pero lo cierto es que en parte tiene su utilidad. Surge a modo de «motivación» para que llevemos a cabo acciones de nuestro día a día que guiarán nuestro estar en el mundo, así como nuestra supervivencia. También nos puede movilizar para la gestión de nuestros recursos y nuestro propio avance.

Es por tanto que al resultarnos medianamente funcional, va a seguir apareciendo.

La autoexigencia a veces se da de la mano con las expectativas. Estas metas/objetivos que suponemos a veces que tenemos que cumplir sí o sí.

El problema es que vivimos en una sociedad donde la necesidad de producción o más bien la idea de tener que ser productiva hasta en el ocio que consumimos (sí, has leído bien. CONSUMIMOS) hace que la montaña de los «tengo que» y los «debería» aumenten cada vez más. Vivimos en una sociedad que marca cánones de belleza inalcanzables o pautas de comportamiento sujetas a normas muy rígidas.

¿Cómo aparece la autoexigencia?

De la mano de los «tengo que», «debería hacer»…

A veces aparece de la mano de la inseguridad y el «no ser suficiente». El formato es cargar con muchas tareas para reducir este malestar de inseguridad. O abrazar esas normas y reglas rígidas que nos van calando poco a poco en nuestro sistema de valores y creencias, llevando a cabo conductas que nos pueden llevar al límite (control de alimentación, estudio durante horas sin descanso para sacar la mejor nota posible o para crear el mejor contenido, trabajo sin descanso para evitar que el jefe/jefa no diga nada, tener la casa impoluta a pesar de que las criaturas desordenen 24/7…).

Es en este tipo de situaciones cuando se hace bola y da la sensación de no llegar a todo. En ese tipo de situaciones, nuestro cuerpo ya nos manda muchos avisos para poder descansar: dolor tensional (espalda alta, cervicales, lumbares), bajo apetito, dificultad para conciliar el sueño o despertares repentinos, bajada de apetito, fatiga, dolor de cabeza…

Esta fatiga y este malestar físico puede generar mucho malestar psicológico y una percepción de incapacidad y baja autoeficacia, por lo que esos «tengo que» y «deberías» crecen como la espuma.

Y lo cierto es que aquí puede haber un riesgo. En estas ocasiones, si utilizamos esos «tengo que» y esos «debería» para reducir el malestar, el estrés o la ansiedad que nos genera la situación en la que estamos inmersas, corremos el peligro de meternos en el bucle incluso del perfeccionismo o los «no es suficiente».

Y actuar en consecuencia: cargando con más tareas y ejercicio, más horas de trabajo y estudio, mayor control sobre lo que comemos o hacemos, mayor autoevaluación, mayor control sobre lo que decimos…

¿QUÉ HACER EN ESTE TIPO DE SITUACIONES?

Dependerá en cuestión de la persona y su situación concreta, necesitando en algunos casos apoyo y acompañamiento profesional.

No obstante, habrá algunas cuestiones que, con paciencia y trabajo, puedan servir de ayuda:

  • Parar: por desgracia, muchas personas no pueden permitirse esto por la situación socioeconómica en la que están. Pero si tienes la suerte de poder hacerlo, es algo básico. Puede generar ansiedad y culpabilidad, pero poco a poco van desapareciendo. Es una necesidad básica y un derecho.

  • Sindicarse/inspección de trabajo: en relación a lo primero. Conoce tus derechos laborales, tu convenio. Pregunta en sindicatos, infórmate.
    Ningún trabajo por muy vocacional que sea, merece que perdamos nuestra salud física y psicológica.

  • Poner límites:
    • A personas: ¿es tu responsabilidad y forma parte de las funciones que debes cumplir en tu puesto? ¿está excediendo y aprovechando su puesto de poder para pedirte cosas que no tienes que hacer? ¿está siendo desagradable? ¿realiza comentarios de juicio sobre tu apariencia? ¿estás cargando con la mayor parte de las tareas de casa? ¿estás abandonando tu tiempo y tu cuidado en sacrificio de los demás, y no lo has decidido?
    • Observar qué hábitos en tu día a día están haciendo que dejes de lado cosas tan básicas como la higiene, el dejar de cocinar o dejar de hacer cosas que te gustan. Este tipo de actividades y hábitos que son importantes y que forman parte de tu autocuidado quizás tengan que tener su espacio y su hueco. En esto puede ayudarte el poco a poco ser más flexibles.
  • Prioriza objetivos y tareas. Planifica diaria/semanalmente en base AL TIEMPO DEL QUE REALMENTE DISPONES. Desgrana tareas en otras más sencillas. Planifica teniendo en cuenta descansos y «tiempos muertos». En un día estructurado y con rutinas, es más fácil que cada área tenga su espacio.

  • Prestar atención a aquellas normas rígidas impuestas: ¿esto puede esperar a mañana? ¿es irremediablemente urgente? ¿ocurrirá una desgracia si no lo hago ahora mismo? ¿es suficiente para alcanzar mi objetivo?
    • No tienes la obligación de llegar a todo.
    • No tienes la obligación de ser como dictaminan que seas.
    • No tienes la obligación de cumplir las expectativas de los demás.

  • Pedir ayuda a nuestro círculo cercano o a grupos de apoyo mutuo. Hablar con otras personas en situaciones similares. Hablar con personas de tu mismo colectivo. Socializar el malestar.

Este tipo de acciones que requieren paciencia y comprensión con una misma, requieren de ayuda y también escucha hacia una misma. Puede que en el procesamiento surjan hostigamientos autodirigidos, a los que también hay que poner límites. En base a eso y para terminar de hablarte sobre autoexigencia, te plantearé una serie de preguntas:

¿Le dirías a otra persona ese tipo de comentarios en tu misma situación?

¿O realmente empatizarías con ella y eres capaz de ver sus propias circunstancias?

A Rocío. Gracias por el camino.

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